Pasito a pasito… con Olympe de Gouges
Pocos procesos históricos son más complejos y tan imposibles de estudiar que la Revolución Francesa. De hecho, viví en Francia durante siete meses entre el 2015 y 2016, estudié y leí sobre la Revolución, la he enseñado en clases… ¡y aún así siento que no sé nada!
¿Por dónde empezar? ¿Por las características del Antiguo Régimen o los cambios que produjo la Revolución en Europa? ¿Por el origen de los ideales revolucionarios? ¿Por las zonas de Francia que lucharon en contra de la Revolución? ¿O las distintas formas en que se comunicaba el proceso en los periódicos de la época? ¿O por…? ¡Uf! Ya me aburrí.
Como todo esto es tan largo y difícil, decidí hacerle caso a un filósofo popular de nuestro tiempo, que sabiamente dice: “Pasito a pasito” (Ok, ese filósofo es Daddy Yankee. No me juzguen).
Este primer pasito en la aproximación a la Revolución será hablar brevemente de una mujer, que durante el período revolucionario no tuvo gran importancia, pero que hoy en día es reconocida como alguien fundamental de este proceso. Ella es Olympe de Gouges.
Mujer extravagante y supersticiosa, demostró una inteligencia y originalidad enormes en sus obras de teatro y en sus escritos políticos. Fue una de las enemigas acérrimas de la esclavitud en Francia y en las colonias (¡cuando ni los revolucionarios más rupturistas se atrevieron a proponer algo así!) y sus obras solían ser abucheadas y sacadas de escena por su contenido.
Con la llegada de la Revolución sus obras adquirieron un tinte político. En 1789 se había aprobado la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Y en este caso, los derechos eran literalmente para los hombres y los ciudadanos. ¿Dónde quedaban las mujeres que tanto protagonismo habían tenido en los inicios de la Revolución? Olympe denunció públicamente esta situación, publicando un folleto en 1791 llamado la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. Tristemente, su folleto no tuvo mayor relevancia en el momento. Hoy ese documento despierta mucho interés, como parte de los inicios del movimiento feminista.
¿Qué tan rupturista podía ser lo que había escrito? Afirmaba, nada más y nada menos, que “si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna”. ¡Horror de horrores! Ella misma escribió una oscura premonición de su propio destino en la guillotina.
Siendo revolucionaria, no dudó en defender al rey Luis XVI -ahora llamado Ciudadano Capeto- frente al tribunal revolucionario que lo sentenció a la muerte en la guillotina. Denunció públicamente a Robespierre afirmando que ella no le temía a la muerte. ¡Ay, pobre Olympe! Estaba jugando un juego peligroso y que la acercaba a su propia destrucción.
A pesar de ganarse enemigos por sus escritos, la pluma de Olympe no se detuvo. En 1792 publicó su obra Les Trois Urnes, en donde se atrevió a proponer que se hiciera un plebiscito para elegir entre tres modelos políticos para Francia: el gobierno republicano y centralista, el gobierno federal o una monarquía parlamentaria.
Esta fue la gota que rebalsó el vaso. ¿Cómo era tan insolente de proponer la vuelta a una monarquía, aunque fuera constitucional? ¿Cómo podía oponerse tan abiertamente al gobierno centralista y autoritario de Robespierre al afirmar que Francia podía ser un país federal? ¡Qué mal! Proponer estas ideas era un delito. Y así mismo fue juzgada.
La historia de Olympe refleja las fuerzas en contradicción de la Revolución. Era revolucionaria, pero fue ejecutada por la Revolución. Era contraria al gobierno de Luis XVI, pero aún así lo defendió cuando fue juzgado. No fue tomada en cuenta en su momento; hoy es una figura central del feminismo francés.
Su historia es una pequeña ventana, un primer paso, para asomarnos a esta inmensidad de la Revolución Francesa. Pasito a pasito.